Ser murciano y estar orgulloso de serlo es el primer paso para
decidir colaborar en las actividades y
fiestas que se desarrollan en la ciudad.
Ser católico y amante de la
unidad familiar son características para
decidir en qué cosas participar.
Con estos principios, cuando la
vida me lleva a vivir de nuevo en Murcia en el año 2002 se me presenta la
oportunidad de participar en las fiestas de moros y cristianos de ésta, mi ciudad. En ese momento tengo claro que en caso de hacerlo,
debe ser en un grupo cristiano, ¡demasiados moros hay ya!
Me fijo en el nombre de Templarios, del que mi
hermano Cele ya se siente orgulloso, así como el misterio y leyenda que rodea a
dicha orden.
Cuando me presentan en el grupo a
las personas que lo componen, es cuando pongo mi mejor sonrisa con la esperanza
de que me acepten, y unos días después soy, con mi mochila, aceptado.
¡Me gustó!
Desde ese momento soy templario y
estoy muy orgulloso de serlo. Pertenecer a un grupo donde la solidaridad, la
familia, el compañerismo o el respeto son cualidades que TODOS los componentes del grupo esgrimen como bandera
tras el símbolo de la cruz.
¡Me gusta!
Otro elemento, que me engancha a
ser templario es la edad. Hay miembros del grupo con más de 60 años,
miembros con menos de un año y un grupo
importante que está entre los 15 y 30 años, los cuales transmiten alegría, juventud,
inteligencia, y una nueva visión de la fiesta y el trabajo en equipo que hace al grupo ser algo especial.
¡Me gusta!
Se ha logrado que la diferencia de edad entre
todos los componentes sea un valor de aprendizaje y respeto, también ha
permitido que, al haber diferentes grupos generacionales, todos los componentes
de mi familia estén encantados, algo
fundamental!
¡Nos gusta!
Con todos estos ingredientes, la
fiesta es el principio de unión y la explosión del júbilo creado día a día.
¡VIVA MURCIA!
¡VIVA EL TEMPLE!
