Parece mentira que sea tan difícil expresar con palabras lo que es para mí ser templario.
Es algo distinto, algo que no se puede explicar con palabras.
Empezando por el principio, mi entrada en el grupo vino de mano de mis padres, ahora reyes, que con escasos 8 meses de vida me introdujeron en la fiesta sin consultarme. Y claro, como iba a decir que no, si el ambiente que hay dentro es magnífico, obviando el pequeño detalle de que todavía no sabía pronunciar palabra.
Y es que te das cuenta de que eres Templario cuando en verano, estas deseando que acabe ya Agosto para volverte de la playa y disfrutar de las fiestas como nadie. Cuando día tras día, noche tras noche, colocas la Tau en la entrada para confirmar el cierre. Cuando te montas en la moto con el traje del grupo y la gente piensa que los caballos se han modernizado demasiado. Cuando bajando la Gran Vía con la espada y la rosa al hombro, cantas sin cesar, una tras otra, cada marcha cristiana que suena. Cuando sin apenas dormir, te levantas para ir a la charanga del sabado y domingo. Pero aun te das más cuenta cuando, sin apenas dormir de nuevo, te levantas, o ni te acuestas, el martes de la Romería para desmontar el campamento.
Pero no es solo esto. no es solo desfilar, ni es solo la fiesta de después. Es mucho más. Es compañerismo, es ilusión, es familia, es diversión, es convivencia.... Pero para mí, sobre todo, es amistad. Por que de aquí he sacado una de las mejores amigas que se pueden encontrar, que está en las buenas y en las malas, con la que he crecido desde que era un enano y espero que así siga siendo. Y todo esto, sin ser Templario no habría sido posible.
Espero que esta sensación siga por muchos años más, por que si no, nada de esto tendría sentido. Y tú, sí, tú, el que está leyendo esto, si has llegado hasta aquí y aún no eres del Temple, no se a que estas esperando. Te espero en la próxima con los brazos abiertos. Hasta entonces...que viva el temple!