¿Qué es para mí ser Templario?
Por Arturo Andreu Andreu
Ser Templario para mí es, ante todo, formar parte de
un entrañable grupo de personas —de amigos y amigas— entre los que existen
estrechos lazos de camaradería y cariño, no sólo durante los días de nuestras
siempre esperadas fiestas de septiembre, sino a lo largo del año. Porque una de
las cosas que más me gustan de ser Templario es que no somos un grupo que se
encuentra una o dos veces, durante las fiestas y en el medio año por ejemplo,
sino que a lo largo de doce meses nos reunimos en numerosas ocasiones para
compartir esos ratos que hacen que los lazos a los que antes me refería se
estrechen cada día más.
Ser Templario es también
para mí sentir las fiestas de otra manera, ver cómo las sienten los demás miembros
del grupo, y comprobar que pueden formar parte de un mismo proyecto desde niños
a carrozas como yo, pasando por los jóvenes y los adultos aún jóvenes, lo que
imprime a los Templarios un dinamismo que se echa a faltar en otros grupos de
la fiesta y que asegura la continuidad y el futuro.
Ser Templario es también
haber descubierto algo que nunca sospeché fuera tan emocionante: desfilar por
la Gran Vía de Murcia, a pie o en la carroza del Senado —no te preocupes, Luis,
que aunque los partidos quieran cargarse al Senado, a nosotros no nos quita de
en medio ni el Sultán Saladino— y sentir la emoción del público que aplaude, el
asombro de los niños que miran sorprendidos, y la magia de la música que lo
invade todo y que te lleva en volandas sin que te des cuenta, por muy cansado
que en algún momento llegues a estar.
Y ser Templario para mí
es también ver cómo disfruta mi nieto Germán de la fiesta, sentir cómo espera
que llegue septiembre para vestir su uniforme, y palpar la emoción del crio
tras su primer desfile por la Gran Vía, el pasado septiembre.
Hace muchos años que,
desde mi trabajo como director de Relaciones Externas y Comunicación de El
Corte Inglés, me he sentido ligado a las fiestas de Moros y Cristianos, en
especial a los Templarios a través de Luis García, Luis Llácer, Félix Galindo,
Pilar de Las Heras, Juan Ortuño o Pablo Monteagudo. Pero ha sido a raíz de mi
jubilación, tras entrar en el grupo como socio de pleno derecho, cuando he
descubierto el placer de formar parte de un proyecto ilusionante y de un grupo
que ha demostrado tener más moral que El Alcoyano, por ejemplo para hacer un
Año de Rey como el que está a punto de terminar, que a ver quién lo mejora.
Un abrazo a todos.
