Para mí la pregunta en sí ya constituye un problema. De entrada me
siento incapaz de poder expresar los sentimientos que la sola pregunta hace aflorar
en mi pensamiento. Es un enorme caudal de emociones que me vienen a la mente y
que presiento ser incapaz de transmitirlos tal y como quisiera.
¿Decir que es ser Festero?... ¡QuÉ difícil!. ¿Cómo
explicarlo?.
¿Cómo puede contestar a esa pregunta una persona
que, dos meses antes de nacer, ya escuchaba los clarines y timbales desde el
vientre de su madre, en un balcón de Sant Nicolauet?
¿Qué responder si desde antes de tener uso de razón,
asistía a todos los ensayos de la Filá
Astures, a los que mi padre me llevaba, sin faltar a uno,
emocionándome cuando me daban la espada o la maza para que hiciera el cabo de
esas escuadras compuestas por gente mayor y que en ese instante me hacían
sentir un héroe?
¿Qué decir si los recuerdos de mi infancia están
llenos de olor a puro, música, ensayos, “Chumbelerías”, “El Desitjat”, “Ragón
Falez” (gracias Rafaela González por inspirar ese pasodoble que tanto me
emociona y me rejuvenece cuando lo escucho), “ El Moro del Cinc”, “L’entrà dels
moros”…..?
¿Cómo definirlo si mi adolescencia y juventud están
envueltas entre las chapas y l’estral de los montañeses, cuando en mi
tocadiscos, para desespero de mi madre, junto a la música de los Beatles y de
los Rolling no cesaban de sonar esas maravillosas marchas moras y cristianas de
La Primitiva
y La Nova de
Alcoy?
¿Cómo explicar que un 21 de abril, día grande de las
Fiestas de mi pueblo, no puedo asistir a ellas porque mi mujer está a punto de
dar a luz, y ese día, con toda la morriña que tenía, me encuentro de bruces, en
plena Gran vía de Murcia, con ese sonido de las marchas Moras y Cristianas que
había oído desde antes de nacer y que, en un suspiro, me quitaron la tristeza
que tenía por no haber podido ir a “Mi Fiesta”, sin imaginarme que aquel día
iba a dejar de serlo ya que iban a nacer dos de mis bienes mas preciados: mi
hija y las Fiestas de Moros y Cristianos de Murcia?
Ser Festero es como una droga, es tener inyectado en
la sangre un virus que, solamente oyendo los golpes del bombo avisando a la
banda, ya te hace saltar de la silla e irte a tu sitio a formar, hombro con
hombro, cuando empiecen los sones de la marcha que todos estamos deseando
escuchar.
Para un Festero, las Fiestas no son los desfiles de la
Gran Vía, ni los actos que se celebran durante la semana de las Fiestas. Ser Festero
es una devoción, es un sentimiento y una dedicación que a veces, muchas, casi
se convierte en sacrificio. No es estar hombro con hombro con los componentes
de tu grupo en la Gran Vía,
que eso es muy fácil y muy bonito, es estar
todo un año trabajando por la kábila o por la mesnada, viajando para
comprar piezas de los trajes, currarse los regateos con el fabricante de
carrozas y con los músicos, pensar en cómo montar el campamento y currar en el
mismo… y todo ello con buena cara y haciendo de esos sacrificios una diversión.
No todo va a ser malo, también tenemos la recompensa de esos maravillosos ratos
que se pasan durante el año con las reuniones y cenas de montepío o de
homenajes y reconocimientos festeros en los que reina la camaradería, las risas
y las bromas, pero que es raro que no terminen con alguna propuesta de alguno
con la famosa frase: “y si hacemos…..” que por regla general termina
constituyendo una nueva misión o trabajo para el grupo.
Y qué me decís de esas lágrimas que se nos escapan
cuando nos estamos poniendo la mantica o los correajes para ir a la arrancá.
Un festero dicen que nace, pero yo opino,(y por
suerte he conocido a algunos), que también están los que se hacen. Pero no por
casualidad, sino que ven fiestas de otras ciudades, las viven, se dejan
aconsejar, se quieren adaptar, aceptando y respetando las costumbres como son.
Ésos llegan a integrarse de tal forma que, la mayoría, superan a los que nacen
y viven la Fiesta
desde sus orígenes (aquí, perdonad pero no tengo más remedio que acordarme de
mi gran compañero de “balconet”). Pero luego está el que se dice festero y que
llega equivocado, creyendo que la
Fiesta es toda la parafernalia que se ofrece al público, y se
convierte en ese festero “sacabarrigas” que se cree el protagonista y que jamás
llegará a pasar de “festivo”. Se sienten los reyes del mambo, pero no se dan
cuenta de que sin el público y la gente que viene a compartir unos ratos con nosotros, no seríamos
nada de nada.
En fin, para mí un Festero nace o se hace, pero no
dejará de serlo desde ese día en el que se le ponen los pelos como escarpias
oyendo los sones de una marcha o un pasodoble.
Para un Festero la Fiesta no termina nunca, empieza el día siguiente
al que terminan las del año y acaba cuando le llega la hora de morirse. Yo era
un Festero alcoyano y creía que nunca dejaría de serlo, pero ese 21 de abril de
1982, tuve una transformación, seguía siendo un Festero pero, me cambiaron el
apellido, ya no era un Festero alcoyano, pasé a ser un Festero murciano, aunque
sigo pensando que en cuestión de Fiesta sobran los gentilicios porque siempre
que suene un timbal que nos haga estremecer, no nos importa el lugar del que
venimos y en el que estamos.
Desde aquí animo a todos a que sigamos manteniendo
ese espíritu festero tan especial y cordial que nos caracteriza que distingue a
Murcia de las demás poblaciones, y deja admirados a los que nos visitan y viven
con nosotros nuestra fiestas septembrinas, y que constituye la unión y el
carácter tan familiar que se vive y se transmite. Esa unión entre kábilas y mesnadas
y esa ilusión que ponen desde el abuelo al nieto disfrutando de Nuestra Fiesta.
Tino Belda, festero
almorávide.